La dama Equina

 

En el Bar de La Glorias estaba Meza tomando, conversador como era, la boca no le paraba y mantenía a dos de sus interlocutores cautivos. Con ese dulce cautiverio de la “gorra”. El que paga manda

Meza invitaba y cuando alguien invita una copa, a la primera llamada; acudir a misa a la primera llamada es obligación de cualquier cristiano bien nacido, acudir a la gorra a la primera llamada.

Es la cantina culta de Bohemia, aunque la bohema no sea tan culta. Al filo de las 11 de la noche, Meza estaba más que alegre, le salían chascarillos hasta por los codos, dijo: “Esta es la última” e invito a sus amigos a brindar por Hidalgo (Que se lleve el diablo el que deje algo y uno de ellos respondió “nada de ultima, será el estribo, ¡Que sirvan las otras yo invito!” Se sirvió tres vinos más.

Salió Meza muy encandilado con su “caminera” a la mano. De pronto no creyó lo que veía: rumbo a jardín Hidalgo un portento de mujer se contoneaba. Su pelo negro casi llegaba a la cintura. Su andar musical era rítmico y acompasado, quien dijera que caminaba, se movía en una banda sin fin a paso redoblado, sin doble, pero con compas.

El borracho se quedó perplejo y camino hacia el fenómeno. La siguió y notó que cada vez se alejaba más; cruzó el jardín, pasó frente a la iglesia y siguió por la calle parroquia, hoy llamada Guillermo Prieto y pasó junto al correo, saludo a Pipis, la señora que vende pozole, ella le dijo:

-¿A dónde vas José?, Ayúdame a meter las mesas, la olla y el comal –

-Voy, Voy, Voy – dijo Meza sin soltar el vaso

-¡Vas bien borracho José! Es lo que vas, mejor vete a dormir, es lo que has de hacer. La muchacha bonita que seguías es pulga que no brinca en tu petate. No te hagas ilusiones José, yo sé lo que te digo.

La mujer dio vuelta por constitución, Meza fue tras ella y apenas se dio cuenta que doblo por Prisciliano Sánchez y siguió rumbo al Refugio, Meza la veía cada vez más lejana. Apresuro el paso y casi la alcanzaba cuando ella torció por Florida.

Ya sin vaso y todo descotonado, camisa fuera y algunos botones sin abrochar, llegó a la esquina con Florida: La Dama lo estaba esperando a la vuelta de Florida. Cuando Meza quiso tomarla por la cintura, ella se dio media vuelta. ¡Válganos Dios lo que vio y lo que oyó! Una cara de caballo grotesca y una femenil carcajada burlona ¡Patas para cuando son!

Meza corrió y corrió. La borrachera se le quitó y se juró así mismo no volver a tomar. La mujer con cara de caballo le quitó el vicio. En el templo de la Soledad el reloj daban las 12 campanadas. Era la dama equina.