En San Martín de las Flores es una tradición muy antigua la presentación de la “Judea en Vivo” formada por actores que son personas comunes y corrientes del pueblo; después de terminar con la presentación de la obra, por la noche del viernes santo, se realiza como parte de ésta, el hurto o robadera, por parte del judas acompañado por todos los participantes en el elenco, el saqueo era de todo lo que se podía robar de cualquier vivienda de la población y en el tiempo del suceso que aquí nos ocupa, solo estaban resguardadas de en su área perimetral por cercos de piedra o unos simples hilos de alambre, por lo que era difícil penetrar en cualquier vivienda, por eso la gente especialmente en esta noche resguardaba sus cosas lo más que podía , pero no faltaban las mañas para extraer algunos enseres que aparecían al otro día en la antesala de la delegación municipal. El sábado de gloria, al despertarse gente, lo primero que hacía era revisar si no le faltaba nada, pero si le faltaba algo, rápido acudían a la delegación a recogerla, pagando una multa por el descuido de sus cosas, de esta manera reunían parte del dinero para pagar la música que los acompañaba en el desarrollo de la obra.
Por esas fechas Severiano Ramos, de 60 años, vivía junto a las faldas del “Cerro de los Zapotes” que se encuentran al norte de la población. Era un hombre de campo fortachón y alegre, le gustaba jugar bromas a sus amigos, especialmente a su amigo “Chano”, Feliciano Mejía, que era más o menos del mismo estilo; las personas que los conocieron, contaban que cuando los dos se juntaban no se sentía el paso de las horas, pues los mantenían “a diente pelón” todo el tiempo.
Pero Seve, tenía un defecto: por las noches cuando se acostaba a dormir no lo despertaban ni los truenos de cohetes y ristras que se quemaban en los días de fiesta, y esto lo sabía muy bien su amigo Chano.
En ese año, Chano iba a desarrollar el papel de Judas, en los Fariseos, por lo que antes de llegar la Semana Santa, Seve lo agarraba de carrilla, diciéndole: “A ver mi Judas por aquí”, “A ver mi Judas por allá”. Chano como buen camarada aguantaba las burlas de su amigo, pero en su interior pensaba, “Vas a ver desgraciado”. Pasaron los días y al llegarla noche de Viernes Santo, Chano decidió vengarse de todas las que le había hecho, planeó un ardid para que esa noche Seve, se quedará solo en su casa. A la media noche, Chano, mandó uno de los judíos a tocarle la puerta; de adentro le contestó la esposa de Seve
-¿Quién es?
El enviado contestó.
-¡Ándele que su hija Gloria, está muy mala, y me pidió que le viniera avisar!
-¿Cómo? ¡Gracias Muchacho, horitas voy!
La señora muy preocupada, antes de vestirse, trató de despertar a su esposo, pero por más que lo movió y le habló, Seve seguía feliz en sus sueños, por lo que decidió vestirse y salir rumbo a donde vivía la hija que era hasta el otro extremo de la población.
Al ver salir a la señora de la casa, Chano y buen número de acompañantes de la Judea, penetraron a la habitación donde dormía plácidamente Seve, y entre varios levantaron la cama de “tapeíste” donde dormía y lo llevaron hasta la antesala de la delegación municipal en medio de todas las cosas que habían hurtado. Seve siguió durmiendo.
Mientras tanto su mujer había regresado, maldiciendo al fulano que le había jugado aquella broma, al llegar a su casa iba con tanto sueño, que cuando quiso acostarse en su cama, y no la vio, no le dio tanta importancia, agarró una de las cobijas que tenía guardadas y se echó a dormir en el suelo.
Ya clareaba, entonces, los mirones y la que iba a reclamar cosas empezaron a aglomerarse para ver lo que se había hurtado. Las miradas quedaban fijas para ver lo que se había hurtado. Las miradas quedaban fijas en el cuerpo inerte que roncaba “a todas sus anchas”. En los primeros rayos del sol, la gente estaba que no alcanzaba lugar frente a la delegación, esperando todos muy atentos identificar quién era aquel bendito cristiano.
Allí en medio de arados, aparejos, azadones, tinas, cazuelas, ollas, hasta ropa interior; Seve empezó a abrir los ojos. La gente ansiosa, levantaba la cabeza sobre los hombros de los demás para no perder ni un movimiento. Seve, al ver el techo desconocido y oír el murmullo de la gente, se sentó a la orilla del camastro, al tiempo que la gente lo identificaba y en una forma masiva soltaban la carcajada ya que Seve, se encontraba de la situación, rápido se envolvió en su cobija y se metió al interior de la delegación, donde se encontraba Chano, que no sabía cómo controlar la risa de satisfacción por su venganza.
Severiano al verlo esbozó una sonrisa llena de ira, diciéndola:
-¡Me las vas a pagar, “jijo de la chingada”!