El Refugio fue un hospital y casa de ejercicios en San Pedro Tlaquepaque. Actualmente es un centro de eventos culturales y alberga el Museo de Premio Nacional de Cerámica, “Pantaleón Panduro”, oficinas de gobierno y una escuela de artes plásticas. Fue mandado a edificar por Fray Luis Arguello como nosocomio y lugar de retiro. Era atendido por las Monjas Josefinas en las últimas dos décadas del siglo XIX
Cuentan que en El Refugio se aparece una monja. La han visto deambular por aposentos, pasillos, patios, baños y en la capilla del antiguo hospital. Otros la han oído hablar en esos mismos sitios con aquella su voz de ultratumba. Hay quienes la han oído que cierra puertas, rompe vidrios, arrastra cadenas, y toca el piano. Y ¿Cómo es el espanto? ¿Es ánima en pena? ¿Por qué hace eso?
Dicen que era una monja muy bonita, per perversa. Quizá sin vocación de freila. Tal vez con complejos de niña mimada. Ayudaba a bien morir a las personas del hospital El Refugio, pero no con padres nuestros y aves marías, sino desconectando las mangueras de oxígeno, asustando a las mujeres en parto, dando medicinas cambiadas a los pacientes. La vieron una vez, cuando era bella y monja de verdad, malvadamente jugar con las locas obligándolas a desnudarse y a usar como afeite sus propias heces.
Consta que el hospital atendió a personas de muy diverso nivel social. Su manto Cobijo al enfermo más miserable del mundo regional, así como el más opulento. Un escritor ni acomodado, ni pudiente, pero en letras, opulento y próspero paciente de El Refugio, dijo que la monja era tan fina, agraciada y airosa, como maligna, villana y maliciosa. Que no hubo en varias rancherías a la redonda mujer más bella, pero tampoco más bellaca. Dijo que era: Infame, malvada, perversa, mala, despreciable, vil, inicua, proterva, maldita, siniestra, endiablada, monstruosa, satánica y nefanda: son apenas algunos calificativos, pero otros que la conocieron en vida suman: infernal, depravada y hasta viciosa, corrompida y disoluta, mona de El Refugio, dicen.
Así fue ella. En cuanto al susto que mete a los tranquilos visitantes, que en estos tiempos llegan al El Refugio, aseguran los que la han visto, que su aspecto causa horror aunque se le mire a lo lejos. Hay personas que viven enfermas del susto que “les pego” la monja.
Otros fenómenos extra normales, se presentan en este viejo nosocomio de los cuales se habla con mayor amplitud en el cuadernillo No 38, “Spavento en El Refugio”. Canales de televisión nacional y extranjeros han movido sus equipos hasta este lugar y han traído médiums, sin que por eso a los fantasmas se arredren de sus ganas de “pegar” sustos.
Se tiene un registro – hasta ahora, porque cada día aumentan – de cuatro docenas de testimonios de visitantes que juran por su fe, o que la vieron o que la oyeron, o que la sintieron. Mas todo eso, no pasa de ser, una personal percepción del más allá. Los menos crédulos, hablan en todo caso de una monja, que se aparece a quienes pretenden o hacen daños al inmueble de El Refugio. Solo a ellos. También hay otras personas que agregan además, que una vez que el hospital cerró en 1979, todas las monjas se fueron menos ella, pues aunque la monja había muerto, mucho antes de que el hospital cerrara, ella seguía apareciendo en el hospital. Durante las noches silenciosas, ella era el único ruido
Uno de los testimonios más conocidos, es la de un nuevo medico recién llegado, que originalmente cuando llegó, se burló cuando le contaron acerca de “La Monja”, porque obviamente no creía en esas cosas, como científico y medico las tomaba como tonterías y sin hacer caso, inicio su labor.
Al tercer día durante la noche, el medico se recostó en su camastro a descansar con su cigarro en mano, y le comentaba a su amigo colega de cuarto sus experiencias profesionales ese día. Una bocanada de humo tras otra, hasta que de pronto su semblante se transformó y se volvió pálido y desencajado, como si hubiera visto al diablo. Sus ojos quedaron muy abiertos y de su boca no salía ninguna palabra.
Con su índice apuntaba hacía el pasillo y en una esfuerzo supremo grita “¡La Monja! ¡La monja viene hacia mí!” Trata de incorporarse y no puede. Su compañero nervioso está. No por el espectro. El ni lo ve. Nervioso está por la reacción del compañero asustado.
Pasada la visión, que nunca se acercó hasta el médico, dijo el asustado amigo que vio una monjita de blanco. Sin pisar el suelo arrastraba una cadena que hacia espantoso ruido con sus eslabones; en su demencia aseveró que venía hacia él. Y que ya cuando le podía ver la cara y distinguir sus facciones, desapareció: se esfumó la imagen, como si hubiera sido una burbuja. El doctor sólo paso esa noche en El Refugio y no se quedó ni una sola más, pues pidió su cambió.
Esta es oficialmente la primera versión de las tantas que se han contado sobre “La Monja”. Al menos es la primera registrada dentro de las tantas apariciones que de ella se han contado. Algunos dicen que siguen penando por los pecados que cometió cuando estaba viva, otras versiones que la no la creen malvada, aseguran que no podrá descansar en paz, hasta que alguien encuentre el tesoro que se encuentra enterrado, que supuestamente se halla en la séptima fila de bancas, donde ella se sentaba a oír la misa en la capilla de El Refugio, porque el dinero era su dote. Ahí lo enterraron las hermana josefinas y dicen que se trata de una buena cantidad, pues su padre era un hacendado rico de Colotlán, y entregó antes de su muerte para el cuidado de su hija.
Y esto es tan solo una parte, de las tantas cosas que se saben de “La Monja” de él Refugio, quien sabe cuál sería cierta y quien sabe cuál de otra no pertenecen a los que ha agregado la fantasía de las personas, pero independientemente seas creyente, escéptico o incrédulo, de todos modos si vienes a El Refugio, vente preparado… no vaya siendo el diablo.